miércoles, 16 de enero de 2013

DÍA 176: Volumen II. Viaje al centro de un planeta

Le gustaba la arqueología, la geografía y la mente humana.

Era pequeña y soñadora y dejaba pasar las horas mirando al cielo e imaginando los más extraños y sobrecogedores parajes que pudieran existir más allá del horizonte. Fantaseaba apoyada en el marco de madera de una ventana, teniendo tan solo por testigo a una transitada carretera de dirección única, un solitario parque de juegos infantiles y un bloque de edificios color burdeos con bonitos balcones de forma homogénea y rectangular.

http://unmundoparasonar.blogspot.com/2012/02/frente-la-ventana.html
Era buena estudiante, aunque de vez en cuando recibía toques de atención en clase por hablar en exceso con algún compañero o por abstraerse demasiado tiempo cruzando las ventanas con la mirada peregrinando hacia tierras lejanas de imponente apariencia y exótica cultura.

Vivía ensimismada pero lo ocultaba bajo una bonita sonrisa que siempre solía conquistar el beneplácito de quien la rodeaba. Sabía ganarse a la gente, sobre todo a los adultos, pues probablemente veían en ella aquello que ellos mismos fueron hace muchos años... soñadores libres, inquietos y quijotescos.

En cierta ocasión el maestro lanzó al aire una pregunta sin importancia, una interrogación a modo de pequeño examen para evaluar la veracidad sobre el nivel de repaso semanal que sus estudiantes afirmaban cada día tener con su asignatura... sin embargo para ella aquella pregunta supuso un pasaporte hacia su futuro... aquella oración, convertida en destino y visión, se ancló en su mente y fue imposible de desterrar jamás...

"¿Qué significado tiene la señal de lugar pintoresco?"

Ella fue la única que no erró en la respuesta, pero no por los motivos que su maestro especulaba, no por ser una estudiante que mostrara conducta de manual memorizando cada atardecer los contenidos vistos durante el día en la clase... no por retener repetitivamente los textos e imágenes que sus libros de texto mostraban entre sedosas hojas impresas a color... sino porque ella ya había visitado, a su corta edad, rincones paradisíacos y pintorescos en las escasas vacaciones que su recorrido de vida le habían permitido contemplar, y sabía, a ciencia cierta, que el planeta estaba repleto de lugares como aquellos... por eso soñaba, cada día y cada noche, con desvelar los más recónditos secretos que la tierra guardara entre su manto de naturaleza y cultura.
http://mediateca.educa.madrid.org/imagen/ver.php?id_imagen=g3ebjys49z9zhtd3

Aquella soñadora guardaba muchos secretos nunca por nadie desvelados, nunca a nadie revelados... ni siquiera a ella misma. Y para guardar con celo y discreción aquellos tesoros de confidencial ensoñación, la niña siempre vivió como tal, con mirada de ingenua ilusión... soñando novelescos paraísos y conquistas a las profundidades de la Tierra.

Creció y su cuerpo se hizo adulto, pero el resistente anclaje de aquella pregunta, envuelta con lazo de infinito pintoresco, jamás fue desenganchada de su cabeza. Quería probar y comprobar que viajar al centro del planeta era posible, viajar a las entrañas de la Tierra y descubrir parajes y culturas capaces de paralizar el aliento con su belleza era, cuanto menos, una objetividad ejecutable...

...por eso, en cuanto tuvo en sus manos el manuscrito revelador, el pasaje al sueño dorado, el pasaporte al desvanecimiento de su quimera, no lo dudó por un segundo y saltó al vacío... y así, con la última evaluación escolar hecha libreta de calificaciones, la niña comenzó su peregrinaje al descubrimiento de un planeta... ese que tantas veces imaginó al mirar por la ventana.


http://claudiaagramonte.blogspot.com/2009/05/antes-volar-ten-en-cuenta.html
Sin embargo, lo que aquella perenne niña no sabía era que lo que realmente veía al mirar por los cristales que encarcelaban sus fantasías de aventura exploradora, era su propio reflejo.

Aquello que siempre había deseado e imaginado descubrir cual conquistadora del fin del mundo, era su propio planeta, un viaje interminable al centro de su propio mundo, donde se guarda, en lo más secreto y oculto, la clave de su existencia, su ser más cristalino y diseccionado.

El reflejo que proyectaba el cristal por el que dejaba volar su imaginación, era el reflejo acristalado de su propio ser... y era con su propio descubrimiento interior con lo que soñaba la niña cada día al apoyarse en el marco de madera teniendo tan solo por testigo a una luna cómplice y encubridora.

Y así, todavía a día de hoy, la estudiante de pensamientos quijotescos e inquietas entelequias, continua su periplo aventurero... convencida de que lo que realmente persigue en esta vida es el descubrimiento de las profundidades de la Tierra... sin saber que, en realidad, las anotaciones que guarda en su Diario de Viaje son las claves y conquistas de un descubrimiento mucho más recóndito, complejo, deslumbrante y esencial.

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