sábado, 20 de octubre de 2012

DÍA 88: La alegría de hacer bien está en sembrar, no en recoger

Inconmensurable error es pretender siempre estar presente en el momento en que se hace visible y tangible  la evidencia de la educación... no importa si hablamos de educación formal en salones de clases o informal, que no es nada más y nada menos que esa educación continua a lo largo de la vida, de la experiencia, de la lectura distendida, de la relación con quienes nos rodean, de las subidas y de las caídas, de los padres, de las redes sociales, de la niñez, juventud y madurez, de la tecnología, del devenir inevitable del tiempo... en definitiva, de la educación más allá de los formalismos (que, optimista, creo que también puede darse, y de hecho se da, dentro de los mismos muros de una escuela, complementando así la educación formal sobre la que se construyen los interiores de las aulas).



 


En cualquier caso, ya sea a través de una educación formal o informal, son muchas las ocasiones en las que el mentor desea, impaciente, ver crecer en su pupilo la semilla de la siembra. Expectante el maestro (y recordemos que todos, absolutamente todos, somos maestros de algo y de alguien) despliega cual pavo real todas sus artes, toda su paciencia y todas sus herramientas para ofrecérselas, emocionado y solidario, a su discípulo... el cual se encuentra aún indeciso y desorientado.

Siempre que educamos (en contenidos académicos o en valores) esperamos ver un resultado más o menos inmediato en aquel que recibe nuestra enseñanza... el caso es que ésto no suele ser así la mayor parte de las veces.

Pensando sobre este tema viene a mi mente una palabra, de estructura y vocalización tan compleja como su profundo significado: frustración.

Peligroso sentimiento de complejo entramado.

La frustración, más allá de la definición escueta (casi inexistente) que podemos encontrar en el Diccionario de la RAE (pinchando AQUI), supone en nuestro interior enérgico una emoción similar a lo que podría generar un agujero negro gravitando en el espacio infinito... ante la frustración desmedida todos los muros de la consistencia anímica van cayendo como piezas de dominó... la fortaleza, la motivación, la alegría, la esperanza...

Por eso es importante tomar conciencia de que no siempre se ve de manera inmediata la siembra de la enseñanza en tierras baldías.

Tengo la suerte de trabajar en educación, dirijo a un equipo de profesionales expertos que son dignos de admiración por el trabajo que hacen diariamente... en otro momento hablaré sobre esto y desvelaré pequeños secretos que me acompañan día a día en mi vida actual. Y por eso, por este compromiso que tengo con ellos y por el tema que hoy agito entre estos pocos párrafos escritos a la intemperie del alma, me sincero y comparto un pequeño pero intenso cuento en forma de video que no hace mucho tiempo les mostré, en una sesión de motivación, a este grupo de educadores para la vida.

Ahora es el momento de hacerlo extensible a todos aquellos que  miran por esta pequeña ventana... porque todos somos maestros de algo y de alguien, por eso no olvides nunca que "La alegría de hacer bien está en sembrar, no en recoger"...



6 comentarios:

M.G. dijo...

Fantástico mensaje el de hoy. Muy bién escrito y muy directo, para todos, no sólo para los docentes escolares, sino como bién dices, nos llega y nos llama a todos, porque de alguna forma todos somos formadores en un momento dado.
Precioso y preciso vídeo.
FELIZ FIN DE SEMANA.

Unknown dijo...

Buenos días M.G., siem pre con palabras bonitas... ¡así el día siempre amanece animado!
Muchas gracias por estar siempre ahí, seguro eres una magnifica educadora en tu día a día ;).
Un beso enorme y que disfrutes mucho del fin de semana.

Menchu dijo...

Totalmente de acuerdo con M.G.
Una entrada y un cuento preciosos!!

En cierto modo, me aclara tu aparición en aquel sitio ...

Unknown dijo...

¡¡Gracias Menchu!! Un beso ENORME.

matrioska_verde dijo...

y quien siembra vientos, recoge tempestades.

biquiños,

Unknown dijo...

Efectivamente Aldabra, todo tiene su alter ego, ¿verdad?
Un besazo