DÍA 76: Nunca vayas por el camino trazado, porque conduce hacia donde otros han ido ya

Aquella tarde decidí dar una tregua a mis quehaceres diarios y encendí el televisor mientras acomodaba los cojines del sofá parsimoniosamente.

Necesitaba unas horas de esparcimiento y pensé que la mejor manera sería a través de algún entretenido episodio sobre naturaleza salvaje o sobre fábricas en las que se construía, en serie, elementos cotidianos de la vida.

La programación del canal se encontraba en un respiro publicitario y justamente en ese momento, cuando me sentaba apacible en el sillón, apareció una mujer morena mirando fijamente a cámara, subida a un podio circular y, casi como si cantara melódicamente, sentenciaba...

"Una mujer original no es aquella que no imita a nadie, sino aquella a la que nadie puede imitar.

Ser inimitable, no te quepa duda, es una cuestión de imaginación y nada más" 

Me gustó lo que escuché. El anuncio duró menos de un minuto y no promocionaba nada material, era, simplemente, la forma en la que aquel canal quería instigar al televidente a la meditación puntual.

Su estrategia de marketing conmigo tuvo buenos resultados.

Mis ojos parecían continuar mirando la pantalla pero realmente me encontraba mirando hacia un lugar mucho más profundo. Comencé, involuntariamente, a evocar caras conocidas... personas que habían ido transitando por mi vida a lo largo del tiempo. 

Me detuve, sin querer, en una en especial.

Aquella cara correspondía a un antiguo compañero de estudios, alguien con quien, hace mucho tiempo, compartí amistad y buenos ratos durante los primeros años de Universidad.

Lo curioso de aquel amigo era que, a pesar de mostrarse ante los demás seguro de sí mismo... siempre terminaba imitando conductas de aquellos que le rodeábamos, era ladrón de actitudes. 

Esa inseguridad en sí mismo le llevaba a dos cosas fundamentales. Por un lado solía tener serias dificultades para socializarse ya que la envidia que fomentaba en su interior respecto a nuestra personalidad, le provocaban un significativo aumento de sus propias incertidumbres, digamos que se alimentaba de celos y resquemores. Por otro lado, cuando en alguna ocasión excepcional tomaba decisiones por sí mismo (las cuales solían ser, sorprendentemente, acertadas y grandiosas), las llevaba a cabo a escondidas de quien más le quería, lo que generaba enfado en los que le rodeábamos por falta de naturalidad y franqueza.

No era una persona transparente y confiable, sus miedos a que los demás fueran como él, ladrones de espíritus, le hacían ir saltando de personalidad copiada en personalidad copiada hasta que, en momentos puntuales, emergía su propio ser, su ser natural y cristalino, el cual, como sus propias decisiones, solía ser grandioso... pero desgraciadamente él no era consciente de ello.

Ensimismada concluí que aquel viejo y lejano amigo era dueño de una inmensa "personulidad".

Me pregunté, descansando en aquel cómodo sofá mientras las imágenes continuaban proyectándose sobre la pantalla de mi televisor, qué sería de aquella persona, hoy ya seguro adulta. Intenté imaginarme cómo sería su vida actual, pero... tristemente... no fui capaz de traer ninguna ensoñación a mi cabeza. 

Probablemente esta vacuidad sea fiel reflejo y consecuencia de lo que él supuso para mí durante los años de marchita amistad... 

... me entró una gran desazón.

Sentí pena por él y deseé intensamente que yo no estuviera provocando las mismas sensaciones en otros compañeros que ahora, lejanos en mi vida, estuvieran viendo absortos una pantalla de televisión en la que un recurrente anuncio hiciera acto de presencia para remover antiguos fantasmas y provocaran todo un torrente de evocaciones incontroladas.

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