El mundo era suyo y lo sabía.
Dominaba mares, cielos y tierras... días y noches... floras y faunas... mirara donde mirara, el mundo era suyo.
La Avaricia dominaba el mundo... y lo sabía.
La Avaricia dominaba el mundo... y lo sabía.
Siempre ambiciosa malgastaba sus días pensando cómo extender su poder donde, pensaba, no había llegado aun.
Sus infinitas horas de maquinación le habían llevado a potenciar maremotos impredecibles solo por dominar orillas de tierras cultivadas... había descargado intensas tormentas sobre míseros lugares solo por agilizar el crecimiento de selvas y dominar montes y valles... envidiosa de los firmes suelos y de los espacios de amplios horizontes concebía recios terremotos solo por engullir materia y fracturar la llana lejanía que exhibía imponentes paisajes de vida y belleza...
... llegaba, incluso, a enfrentar intencionadamente a hombres y máquinas, mentes y esperanzas, con el único objetivo de promover guerras y luchas encarnizadas... acabando con la especie humana y sintiéndose dueña del dominio de la vida y la muerte.
... llegaba, incluso, a enfrentar intencionadamente a hombres y máquinas, mentes y esperanzas, con el único objetivo de promover guerras y luchas encarnizadas... acabando con la especie humana y sintiéndose dueña del dominio de la vida y la muerte.
La Avaricia estaba convencida, día tras día, de que el mundo era suyo... y ciertamente no se encontraba lejos de la realidad.
El poder le hacía siempre desear más y más... vivía su existencia codiciando aumentar sus arcas de egoísmo inagotablemente. Subsistía poseída por la locura de la ambición sin fondo.
Y así, corroída y agonizante por la necesidad que se crea siempre imperiosa ante la avidez de posesiones innecesarias, la Avaricia controló, en su acto final de deseo desmedido, el Sol, la Luna y el Universo hasta donde su mirada le permitió alcanzar.
Encaprichada de la creación absoluta amontonó espacios y constelaciones, parajes, galaxias, mujeres y hombres, astros, ciudades, cometas y asteroides... acumuló mezquina, con ansia desmedida, materia inherente a la existencia sostenida...
... súbita, la Avaricia, hacia dentro...
... quedando únicamente sostenido en la negrura de la nada un pequeño punto blanco, volátil y deteriorado, en el que podía leerse una sola palabra en tinta azul arañada...
Y así, corroída y agonizante por la necesidad que se crea siempre imperiosa ante la avidez de posesiones innecesarias, la Avaricia controló, en su acto final de deseo desmedido, el Sol, la Luna y el Universo hasta donde su mirada le permitió alcanzar.
Encaprichada de la creación absoluta amontonó espacios y constelaciones, parajes, galaxias, mujeres y hombres, astros, ciudades, cometas y asteroides... acumuló mezquina, con ansia desmedida, materia inherente a la existencia sostenida...
... y en el preciso momento en el que quiso incorporar a su acopio a la palabra, sabiduría y discernimiento...
implosionó
... súbita, la Avaricia, hacia dentro...
... quedando únicamente sostenido en la negrura de la nada un pequeño punto blanco, volátil y deteriorado, en el que podía leerse una sola palabra en tinta azul arañada...
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2 comentarios:
¡ Ya podia ser!, ¡Ya!.A la humanidad nos vendría muy bién que así fuera. Junto mis mejores y más potentes fuerzas a las tuyas para que así sea.
Feliz dia.
¡¡FELIZ DIA PARA TI TAMBIEN M.G.!! Siempre fiel a la lectura y al comentario :)... ¡¡GRACIAS!!
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