jueves, 27 de septiembre de 2012

DÍA 65: Lujuria

Aquel Viernes de mediados de Diciembre me levanté enérgica y dispuesta a todo.

Dediqué la mañana a revisar el trabajo hecho durante la semana y a analizar el estado de avance de los temas pendientes. Siendo último día laborable, quise también organizar los asuntos planificados para la semana entrante y poder así descansar reposadamente durante el fin de semana, dando comienzo mi relajo en el instante inmediato a la hora de salida acordada y rubricada años atrás, las dos y media del mediodía puntualmente... ¡ilusa de mí!.

Aproximadamente a las 2:33pm apagué mi ordenador de la oficina y recogí del suelo la bolsa de playa que, traviesamente, había escondido bajo la mesa para que pasara desapercibida. No quería dar más explicaciones de las necesarias y, sobre todo, quería dar imagen de normalidad, evitando a mis supervisores buscarse excusas insustanciales con el único objetivo de asignarme trabajo extraordinario y estropear mi huida a la playa a la hora que mi contrato tenía establecido como salida regular.


Vivir cerca del trópico tenía sus cosas positivas, entre ellas que en pleno mes de Diciembre uno podía planificar soleadas tardes de Viernes en la playa sin preocupación alguna por la manga larga, el tejido de lana y las botas de lluvia impermeables.

Para aquella jornada de trabajo había escogido un holgado vestido de algodón blanco y unos bonitos zapatos de tela y esparto que, sin duda, harían mucho más cómodo mi caminar por la arena. Debajo escondía un bonito bañador en tonos dorados al que se le habían incorporado sinuosas piezas de sugestivo encaje en color crema tostada... pero eso solo lo sabía yo, porque me había esmerado meticulosa en su dismulo bajo el discreto vestido blanco de algodón. El motivo de mi mesura exterior no era otro que el deseo de no querer regalar gratuitamente señales de mis planes playeros a nadie, y menos a mis superiores... conocía sobradamente sus viles artes para frustrar proyectos ociosos fuera del horario de trabajo... y más los Viernes. Hoy me negaba a someterme bajo el yugo de las horas extra gratuitas.

Con todos los enseres ordenadamente colocados sobre mi escritorio de trabajo y el ordenador en reposo extinto, comencé mi fuga evasiva de aquel enjambre de mesas, sillas y armarios. Al llegar a la zona de espera de aquella novena planta, desde la que se accedía a los ascensores, vi que un compañero esperaba, de espaldas, la llegada del elevador...

... debí intuir sus lascivas intenciones cuando, al girarse con el ruido de mis pisadas, su mirada incontrolada me desnudó libidinosa. 

Todo sucedió tan rápido que ahora, sentada en esta solitaria playa disfrutando del sangriento atardecer, es cuando tomo conciencia de lo que sucedió entre aquellas claustrofóbicas cuatro paredes descendentes.

El panel de mando marcaba el séptimo piso cuando él, descontrolado, se lanzó anhelante sobre mí... tuve oportunidad, antes de mi reacción colérica, de ver en sus ojos hoguera, fervor, excitación, sudor y desmesurado deseo...


Fue llegando a la quinta planta cuando mis extremidades oyeron el llamado de mi cabeza y, reaccionando furiosa mediante vasto torrente de ajusticiamiento, comencé mi cruzada bélica dentro de aquel Jardín de las Delicias al que él había intentado transportarme como si fuera el pincel del mismisimo Bosco (forzando mi retrato dentro de aquel repulsivo lienzo indeseado...).

Y ahora, sentada en esta orilla... arropada de sol tardío, arena y mar... con el vestido de algodón blanco hecho jirones pero mi valentía indomable acrecentada... le imagino abatido en la esquina del ascensor, amoratado su cuerpo y ejecutada su inmoralidad...

... y ahora, reposando tranquila sobre relucientes corales pulverizados, medito sobre cómo logré eliminar de mi pesado Diario Regresivo a la impúdica Lujuria...

... logrando así acercarme un poco al objetivo que me había planteado tan solo 24 horas antes... la anhelada liberación de la especie humana... impidiendo levemente el inevitable holocausto que, las malas lenguas decían, los Mayas habían revelado muchos siglos atrás....
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2 comentarios:

M.G dijo...

Duro,eh?

Docecuarentaycinco dijo...

Así es M.G.... luchar contra los pecados, entre ellos la lujuria, siempre es duro.
Un besazo!