jueves, 13 de septiembre de 2012

DÍA 52: La vida te da sorpresas

Aunque yo alimento insistente mi incredulidad al respecto, hecho absolutamente coherente a causa de lo mal acostumbrada que me tiene con sus imaginativas historias, sospecho que tarde o temprano llegaré a pensar que sus palabras de aquel día son ciertas.... dada la insistencia y rotundidad con la que ella me transmite una y otra vez el sorprendente acontecimiento.

Todo comenzó en un almuerzo que, improvisadamente, decidimos tomar a media mañana en el parque, haciendo un breve descanso en medio de una dura jornada de trabajo.

Sentadas a los pies de un imponente roble ella me reveló, misteriosa, el siguiente suceso (como quien lleva mucho tiempo guardando un secreto y explosiona en el momento menos esperado):

"No vas a creer lo que llegó ayer a mi buzón... un sobre artesano, hecho delicadamente a mano... como homenaje a antiguas misivas que, en mi juventud, enviaba a conocidos y amigos con el objetivo de personalizar las cartas teniendo en cuenta sus gustos o alguna experiencia compartida a lo largo de nuestra amistad..."



Hasta ese momento, la historia no tenía nada de extraño... así que yo continué comiendo con aburrimiento y asentía a sus palabras sin ni siquiera levantar la mirada para seguir su argumento...

"... pero lo más curioso fue que cuando llegué a casa y en la soledad de mi habitación extraje su contenido... ¡no lo vas a creer!... ¡las sorpresas que te da la vida!... extraje de su interior diez hojas escritas a bolígrafo azul, con una caligrafía claramente reconocida y con un contenido sorprendentemente revelador... ¡era una confesión!... escrita desde lo más profundo del alma y firmada por alguien que, muchos años atras... ¡trece años por lo menos!... decidió seguir, ignorando mi dolor, un camino absolutamente alejado del mío..."

Me relató entonces, recordando cada coma, cada letra, cada punto y aparte, aquel inesperado testimonio recibido en forma de carta.

Testimonio claramente escrito por boca del corazón de quien suscribía la misiva, resultado de una fragua emocional que había estado hirviendo a fuego lento durante, por lo menos, trece años.

Ella, satisfecha y con el alma en paz retomó su almuezo con una sonrisa complacida en su cara... me pareció percibir tambien cierto orgullo (de ese que sale a la superficie cuando la verdad por fin aflora y, con el paso del tiempo, quien hirió logra cambiar su punto de vista y es capaz de pedir perdón con pureza y humildad)... ahora que lo pienso quizá aquella historia fuera cierta y ella había podido cerrar un capítulo mantenido abierto durante demasiado tiempo.

Sé que ella jamás le dio respuesta a aquella carta recibida. 

Y tambien sé que al remitente de aquella misiva aún le queda la duda de si las diez hojas llegaron, finalmente, al destino deseado... por eso ella me pidió (aun teniendo en cuenta que yo no creía a ciencia cierta su relato...) que escribiera en esta pantalla su historia, confirmando así la recepción del sobre y... quién sabe... devolviendo, al novelista convertido en cartero, el pensamiento de que... a veces... la vida te da gratas sorpresas...

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