Un sombrío día de Noviembre sobre las 4:32pm descolgué mi teléfono móvil tras cinco recalcitrantes y sonoras llamadas...
"No se dónde te encuentras a estas horas... sé que es Domingo, día de descanso, pero es importante que abandones todos tus planes y vengas lo antes posible a la Biblioteca Nacional.
Te espero en la Sala C2-B, la de los archivos documentales en imágenes y el periodismo digitalizado.
Está en el tercer piso al fondo del pasillo, una puerta deslucida marrón oscuro, te dará la bienvenida."
Y colgó.
No me haré la interesante... realmente estaba tumbada, aburrida, en el sofá del salón, intentando coger el sueño para que la tarde pasara más rapida. Así que, medité sobre los pros y contras de aceptar su imposición y... finalmente ganaron los pros... no sé cómo lo hace, pero siempre consigue salirse con la suya...
Me detuve en seco frente a aquella puerta marrón descolorida que me separaba de no sabía bien qué. Creo que precisamente era esta incertidumbre la que hizo que mi estómago diera tres vueltas de campana... o quizá fueron cuatro.
Decidí enviarle un breve mensaje de texto avisándole de mi ubicación.
Ella me respondió inmediatamente por el mismo medio...
Ella me respondió inmediatamente por el mismo medio...
No sé qué haces ahí.
Tú y tu cobardía un día nos meterán en algún lío.
Entra ya.
Estoy en la quinta fila, mesa central.
¡Date prisa!
Cogí aire, tragué saliva y me toqué suavemente la tripa (que creo que ya iba por la novena o décima voltereta...). Es probable que el que estuviera magnificando la situación se debiera al enorme aburrimiento que tenía unos minutos atrás tumbada en mi sofá... me inavidió nuevamente el miedo pensando que tal vez ella me estaba contagiando sus excentricidades y necesitara de emociones en mi vida para sentirme vital, aunque de ello dependiera dar exacerbada agitación a situaciones absolutamente rutinarias...
Giré el pomo y una taladrada oscuridad me cegó durante unos segundos.
Al habituarme a la negrura de la sala intenté localizarla con habilidad planisférica.
Efectivamente, allí estaba ella, sentada en la quinta fila, mesa central... frente a una pantalla de ordenador. Silenciosa. Concentrada. Atónita.
Al llegar a la mesa, me ofreció delicadamente una silla ubicada a su derecha.
"Sientate y mira..."
Y tras acomodarme unos grandes y roídos auriculares negros de corroído material sintético, apretó la enorme tecla roja que monopolizaba la superficie de la mesa en la que ella apoyaba sus brazos...
Cuando las imágenes finalizaron, me quitó los cascos con cuidado y cogió un bolígrafo azul que alguien había olvidado en el canal tallado el borde de la mesa de madera. Con gran misterio escribió en mi mano:
Aquella tinta tardaría días en irse de mi mano... pero me temo que más iba a tardar en irse de mi recuerdo los días posteriores al visionado de aquel video. Días llenos de revolución, rebeldía, de amaneceres de voces dormidas, de lucha por la justicia, de indomabilidad y sublebación.
Solo espero que nuestras acciones, actos visibles a favor de grandes mentes injustamente silenciadas, sirvieran de algo. En esta ocasión, el despertarme del letargo en el que me encontraba sumida aquel Domingo en el sofá, estaba absolutamente justificado... jamás el poder y los intereses creados deberían encarcelar la creatividad y la innovación a favor de la sana evolución...
... aunque dolorosamente me temo que todo esto... es un imposible y una desgarradora utopía...
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