El DÍA de ayer, como sabéis, fue misteriosamente confiscado y nos dejó sumidos en una nulidad desconcertante e inesperada. Sin embargo, 12:45pm tiene amigos en los escondites más inimaginables del ciberespacio y eso hace que los mecanismos de búsqueda se pusieran eficientemente a trabajar para encontrar cualquier pista que nos llevara al rescate de nuestra usurpada salida diaria.
Recibí el rescate por email. Fue Cuentón quien lo halló y me lo hizo llegar sano, salvo y lleno de literaria imaginación. Cuentón, al ver que el DÍA 296 había sido requisado de su lugar de origen decidió enviarme una inspiración inédita hasta hoy resultado de su propio puño y letra. Ya sabéis que compartir e intercambiar vivencias enriquece a quien las regala y a quien las recibe y este DÍA 297 es ejemplo de ello pues nuestro misterioso rescatista quiso hacerme llegar un peculiar "Esperando a Jack" para, como me dejó caer entre sus líneas... "léelo y, si te gusta, haz con él lo que quieras. Es un regalo para ti y tus seguidores".
Cuentón es Vicente y Vicente no es nuevo por esta casa pues hace ya tiempo que visitó por primera vez nuestro espacio de ensoñación y decidió quedarse merodeando por él con toda la confianza que aquí requerimos a la llegada. Es el autor del Blog Los cuentos tontos que, como siempre digo, de tontos poco tienen.
Espero que disfrutéis del regalo hecho relato que nos hace Cuentón, una narración que, sin lugar a dudas, hace honor a su pseudónimo literario.
http://blog.vivoparacristo.info/2010/03/10/el-columpio-jorge-e-figuera/ |
A Mapi le faltan sólo veinte minutos para fundir
su destino con el de Jack. Espera sentada, mecida por la inercia de su cuerpo
menudo, en un columpio que fue naranja, y junto con los otros seis que se
alinean a los lados, simulan los colores del arco iris. Es el patio de la
guardería municipal, con el nombre de ese cromático fenómeno, hace tiempo sin
párvulos, donde ella jugó y aprendió durante su niñez.
Como todos los lunes, la oficina amanecía helada.
Se había solicitado a los responsables del mantenimiento del edificio que
programaran el encendido de la calefacción un par de horas antes, pero siempre acababa
en falsos compromisos. No obstante, ese día el ambiente se templó antes de lo
previsto. Recibió Mapi en su mesa a un barbudo de mediana edad, vestido de
cuero negro, que depositó, dando un puñetazo, la notificación de una multa por
mal aparcamiento a nombre de Jacinto Jesús López Soler.
—¿Desde cuándo está prohibido el estacionamiento
de motos en la acera?
—Perdone caballero, pero hasta que no revise su
expediente no puedo darle mi parecer sobre el asunto.
—La cuestión es recaudar y hacer perder el tiempo
a la gente ocupada—prosiguió el hombre—. Vendí mi coche hace años, ya que esta
ciudad es intransitable, utilizando mi motocicleta para poder desplazarme
libremente a visitar a mis pacientes. ¿Te imaginas cómo se puede llegar a
tiempo a auxiliar a una anciana si no te mueves en dos ruedas?
A Mapi, que solía salir airosa en las discusiones
con los infractores, le costaba sostener la conversación.
—Si continúa usted con esta actitud—intervino el
jefe de negociado, que andaba siempre husmeando con cara de asco y superioridad
entre las mesas—, llamaré a seguridad.
—No te preocupes, Melquiades —repuso la joven
funcionaria.
—La señorita se sobra para atenderme. Sólo hay
que mirarla a la cara para darse cuenta de que puede resolver este asunto con
sentido común. No necesita que venga ningún preeminente para hacerlo —intervino
más enojado aún el motorista, haciendo huir al superior con gesto indignado, lo
que motivó en el infractor una mueca burlona que, a su vez, provocó en Mapi una
carcajada y, ésta, la lacerante mirada de su jefe.
A lo lejos, vislumbra la rechoncha figura de
Cesáreo, el alcalde, que asciende por la carretera desde su casa. Viene
acompañado por su mujer y su hija, que firmarán como testigos. Hace más de cinco
años que no celebra un matrimonio y es la primera vez, en sus tres
legislaturas, que lo realiza fuera de la
casa consistorial.
—¿Tú no eres la que hace dos años me atendió
cuando fui a reclamar una multa, que, por cierto, después me anularon? —preguntó
extrañado el médico a la nieta, y único familiar, de la anciana que acababa de
fallecer.
—Puede ser. Hace dos años trabajaba en el
ayuntamiento de la capital, en el departamento de multas. Después conseguí una
plaza de maestra en un pueblo a cinco kilómetros de aquí. —Contestó Mapi, que
le había reconocido nada más cruzar la puerta, cuando vino a asistir a la
agonizante anciana.
Jacinto Jesús, que había terminado la última visita
del día, hizo compañía a la chica, que ahora vivía sola en su casa en las
afueras de la aldea, hasta que, de madrugada, llegaron los servicios funerarios.
—Si vengo por aquí otro día, y no te parece mal,
pasaré a hacerte una visita. Podríamos tomar a una cerveza en el bar, si es que
hay alguno en este pueblo.
—Muchas gracias, Jacinto, pero no hace falta que
te molestes.
—Si no es molestia, es por Gertrud, mi vieja motocicleta, a la que le gusta mucho la sierra.
Echa de menos la serranía conquense—argumentó el barbudo, exhibiendo una tierna
expresión—. Y por favor, odio el nombre de Jacinto. Mejor llámame Jack.
Pasan dos minutos de las cinco en el reloj de la
novia. El edil y sus mujeres se encuentran ya a escasos metros del lugar de la
boda. De pronto, unos lejanos y ahogados ronquidos le hacen enarbolar a Mapi la
más generosa de sus sonrisas. Ya puede
sentir cómo se acerca Jack, con su indumentaria negra remachada en plata, el
brillante casco, la poblada barba, oscuras gafas y su personal gesto guasón,
cabalgando en su Harley Dadvison Panhead
de 1964, como escapado de la película “Easy rider”, dispuesto a regalarle, subiéndola
a pulso al asiento la motocicleta, el más apasionado de los besos de celuloide,
antes de convertirla en su esposa.
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2 comentarios:
Gracias Vicente por compartir con nosotros a través de docecuarentaycincopm este entretenido y bonito cuento.
Un saludo.
VIcente es un residente incomparable ;).
Un beso muy fuerte a ambos y ¡feliz sabado!
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