miércoles, 14 de agosto de 2013

DÍA 386: Ni los buenos son tan buenos, ni los malos son tan malos

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Si uno se para a observar con detenimiento y curiosidad a su alrededor, se da rápidamente cuenta que es muy complicado ser justos con las opiniones y decisiones que tomamos todos y cada uno de los días de nuestra vida en cuanto a lo que se refiere a relaciones humanas.

Especialmente si somos nosotros mismos una de las partes que constituyen la interactuación.

Es difícil ser aséptico emocionalmente y ser lo suficientemente equilibrado y justo como para ver cada situación que se nos presenta de comunicación bidireccional de una manera equitativa y ecuánime.

De entre las infinitas cosas que nos enseña la vida con el pasar de los días es que el ser humano es complejo por naturaleza. Yo por supuesto no soy quién para quitarle razón a este aprendizaje, sin embargo, he descubierto que lo que realmente complica todo es el registro emocional que llevamos dentro.

Las emociones, los sentimientos, lo son todo... y son ellas las que llenan nuestras decisiones de complejas variables y multiplicidad de perspectivas que logran dificultarnos, de manera desorbitada, la toma de decisiones y el desarrollo equilibrado de relaciones humanas (sea cual sea contenido afectivo de las mismas).

Yo siempre he partido de la premisa que se fundamenta sobre la idea de que ni los buenos son tan buenos, ni los malos son tan malos. Y ciertamente las situaciones de la vida así me lo han ido demostrando.

Sí, cierto es que hay gente cuyo grado de orgullo, egoísmo, hedonismo y maldad (etiquetando de manera genérica todo el compendio de rasgos de personalidad desagradables) es extremo, pero probablemente esa misma gente, en otro entorno, con otras personas, en circunstancias específicas, se relacionen de una manera mucho más bondadosa. Todo depende del punto de vista con el que uno mire las cosas... y puede que a veces ese punto de vista no sea necesariamente nuestro.

Dejando a un lado casos puntuales de vileza y crueldad enfermiza, lo cierto es que, generalizando, todos somos todo lo bueno y todo lo malo... todo junto, todo combinado, en un mismo cuerpo. Y es que las interactuaciones del hombre están llenas de complejidad... especialmente por el contenido emocional, como decíamos antes.

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Personalmente no tengo una varita mágica que de luz a este conflicto y que ayude de alguna manera a  simplificar este embrollo de enlaces comunicativos humanos. Sin embargo, sí existen puntos clave que en mi día a día me han resultado de mucha ayuda.

La lista es bastante compleja y larga, así que aquí solo compartiré cuatro de las conclusiones a las que he llegado hasta el momento, para evitar más bostezos en este miércoles insustancial. Por supuesto continuo  (y continuaré toda mi vida) trabajando para ampliar herramientas que me ayuden a convertir mis relaciones y las de los demás en lazos fuertes, efectivos y eficientes (no hacerlo sería desaprovechar un don que la vida nos ha dado de manera excepcional). Mis propuestas son las siguientes:

- Ten valentía y coraje para mirarte dentro. Descubrir quién eres en toda tu definición. Parece sencillo, pero es lo más complejo. Pararse a mirar dentro de uno mismo y descubrir cosas desagradables (también agradables por supuesto, pero son las otras las que nos evitan mantener el equilibrio afectivo) es doloroso, muy doloroso.

- El punto anterior no tiene sentido si nos quedamos únicamente en la introspección. Tras la reflexión siempre viene la acción, así que una vez que uno descubre desgarradamente que su alma no es pura (esto sucede en el 100% de los casos), lo siguiente es ponerse manos a la obra y empezar a cambiar poco a poco eso que no nos gusta de nosotros mismos. El manido "es que soy así, ya a estas alturas no lo puedo cambiar" no vale... en todo caso lo que se quiere decir es que no se quiere cambiar, pero la transformación individual puede llegar en cualquier momento. Eso sí, hay que asumir el pasarlo mal de manera temporal pues mirar al abismo y lanzarse a él para reconstruirlo... no es tarea agradable ni sencilla.

- Sé empático e intenta descubrir, en todo lo que esté en tu mano, los motivos reales que hacen que alguien tenga una conducta incómoda contigo. Si es alguien cercano y está en tu mano descubrir las razones de su mala relación, interésate por él. Quizás cargue con algún problema de peso ilimitado y que le tiendas una mano le ayuda a descargarse. Si es alguien con quien te cruzaste a lo largo del día y probablemente no tengas opción de profundizar en su vida, simplemente intenta ser amable, una sonrisa o mantener una actitud de calma muchas veces ayuda. Les descoloca o, al menos, no formaste parte de que su día empeore.

- El último punto en esta pequeña lista sería... relativiza. La vida es todo lo compleja que nosotros queramos que sea.

Por supuesto estos puntos (y todos los que no he compartido hoy en esta lista sin fundamento científico) son complejos y tienen sus matices... pero de manera resumida, os digo, haciendo mías las palabras de Oscar Wilde, que todo gira en torno al hecho de que "lo menos frecuente en este mundo es vivir. La mayoría de la gente existe, eso es todo"... y para vivir agradablemente hay que asumir una serie de retos y de realidades (internas y externas) como es el hecho de que por lo general ni los buenos son tan buenos, ni los malos son tan malos... todo depende del punto hasta el que queremos llegar en la construcción del puzzle de nuestra propia vida y de la de quien tenemos enfrente.

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