Uno de los indicadores de que se acerca la fecha de regreso son los sueños (y sus consecuentes insomnios).
Me explico. Cada vez que toca volar de nuevo a Tierra de Origen, unos días antes (como ha sucedido esta misma noche) comienzo a tener sueños extraños llenos de hiperrealismo onírico. Estos sueños (limítrofes con las pesadillas, también os digo) suelen tener varios denominadores en común:
- Siempre hay un avión implícito en la historia
- Siempre sale algún lugar por el que he pasado o vivido en Tierra de Origen
- Siempre salen de refilón, como si con ellos no fuera la somnolienta trama, como si fueran Alfred Hitchcock de pasada en la película, personas que alguna vez han interactuado conmigo en la vida real
- Siempre terminan en insomnios en mitad de la noche que me llevan a rumiaciones infinitas hasta que horas después caigo en el agotamiento o hasta que amanece
Así ha sido desde hace más de tres años y así ha sido esta noche también.
Hoy todo esto se me ha hecho bola y me he atragantado nuevamente en las horas de descanso nocturno. La medianoche era cuando he abierto el ojo rebosante de recuerdos, emociones y sueños insólitos con tantos trazos realistas que casi me hacen perder la cordura.
El insomnio ha durado como unas dos horas.
Son tiempos de nervios, sin duda. No me gusta volar, lo odio, me aterra y me inquieta de una manera extrema. Es algo con lo que lucho desde hace varios años (más de tres, por supuesto). Y si a este pánico unimos que desde que inicié esta aventura en Tierra de Acogida nunca he regresado en vacaciones (siempre de año en año, por Navidad) pues tenemos la mezcla perfecta para que mi interior sea una bomba de emociones a punto de implosionar.
Nada nuevo bajo el sol del Caribe, que no cunda el pánico.
Al fin y al cabo, si los periódicos regresos no tuvieran estos efectos secundarios anticipados, todo sería, sin duda alguna, mucho menos emocionante y auténtico.
Asumámoslo.
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