Por mucho que tomara el sol, ella nunca se ponía morena.
Ni aún cuando se fue a vivir una larga temporada al Caribe se puso morena.
Su caso parecía algo fuera de este mundo, algo extraordinario y singular.
Según pasaba el tiempo eran muchos los que se iban sumando a su larga lista de incrédulos y sorprendidos por su dificultad para coger "ese colorcillo playero que es tan favorecedor".
Fue centro de muchas conversaciones cruzadas en las que se vio rodeada de términos extraños que pretendían buscar respuestas condenatorias a través de sutiles etiquetas... que si taninos, que si pigmentación, que si rayos uva, que si zanahorias, que si bronceador...
No le importaba ser murmurada y puesta en tela de juicio por esa falta de retención solar,
pues ella sabía, desde hacía mucho tiempo, que el misterio quedaba resuelto cuando se descubría, mirando con el corazón y no con una inspección superficial y frívola, que la aparente incapacidad para broncearse se debía, tan solo, a que ella brillaba desde dentro con tanta luz propia que el reflejo interior refractaba todo intento de radiación externa.
Refulgente y deslumbrante... pero desde el interior.
Sucesos para normales que cobran sentido para la gente extraordinaria.
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2 comentarios:
Ah! Pues seguro que es por eso que una persona que conozco nunca se pone morena. Encaja, sí señor.
Un abrazo y feliz fin de semana.
Jajajaja yo también conozco alguna que otra M.G. ;).
¡Feliz fin de semana para ti también!
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