Sonó. Un día más, sonó. Y…
Por la mañana, al abrir los ojos…, pero no, no los de la cara, aunque esos
también, más bien los ojos de la
consciencia tras un periodo de ensoñaciones nocturnas, esos ojos que te
trasladan a la realidad del nuevo día, sentí una rara sensación nunca jamás
sentida que de pronto tomó forma y
nombre: “LOTERIA”.
Jamás me dejé tentar por estos azares. Siempre pensé que eran
pobres de espíritu los que practicaban
estas ilusiones. Simples. En el fondo me daban lástima.
Y de pronto me invadió
algo muy extraño. Era algo nunca vivido. Unas sensaciones como de un torrente de fuego tan intensas que me envolvían todo mi
cuerpo. Eran como si por mis venas, nervios y tendones pasara un caudal de
savia incontrolado. En realidad no sé
muy bien como expresar lo que sentí. Pero sí sé que esto no era normal.
Noté un cuerpo y un alma interior incontrolados y pensé en un
presagio de buena suerte que quizás el azar en el que nunca creí me venía a
visitar.
Compuse mi cuerpo como pude y salí a la calle en busca de mi
primer boleto de lotería de mi vida. No fue difícil. La administración de
boletos la tenía a pié de portal.
Observé y leí: “Primer premio en el sorteo del sábado 80.000
euros“.
Miré los números que quedaban y vi el numero 80.000. Vaya que
casualidad. Lo compré.
Era jueves. Salí con una sensación de buen presagio. No me
castigué por haber caído en el pecado que siempre fustigué. Es más, casi me
sentí redimido.
Soñé y soñé. Soñé en pagar las muchas deudas contraídas y por
soñar no me sentí mal. Y cuanto más soñaba mejor me sentía. Estaba pletórico de
energía. Sonreí más que nunca. Me comuniqué como nunca lo había hecho. Planes
de futuro y euforia. Así viví el jueves y el viernes y el sábado hasta el
momento del sorteo.
No me fustigué en ningún momento por haber sucumbido al opio
del pueblo, a la ilusión, a la
esperanza. Sentí enormes ensoñaciones y vivencias a flor de piel. Muy
Profundas.
Salió el nº premiado: 80.001.
Vaya, por uno no es el mío. Lo pensé sin rabia y sin acritud.
Pero me invadió un temblor de esperanza por todo el cuerpo jamás vivido y pensé
que hoy no ha sido pero se puede seguir tentando a la suerte. La esperanza y el
seguir laborando por ella es el mejor regalo que el día al nacer nos ofrece y
sin pedir rédito al cambio. Continuaré.
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