*
Propuesta hecha por Maria Esther en el "DÍA 100: Jornada de ventanas
abiertas". El reto que me hacía llegar Maria Esther era escribir sobre la falta de compromiso en las relaciones, esa carencia en valorar el cariño y el respeto que se ofrece sin pedir nada a cambio, ese vacío en el que no existe ningún proyecto y por lo tanto tampoco ningún futuro. Relaciones en las que únicamente se busca satisfacer necesidades de una forma pasajera y no existe la más mínima consideración por quien se tiene al lado.
............................
Vivimos días de consumo desmedido, de grandes basureros llenos de desechos que para muchos, con absoluta seguridad, serían productos de alta gama recién comprados, vivimos en los tiempos del querer es obtener a cualquier precio, del tanto tienes tanto vales... no hay duda, nos desenvolvemos en la era del usar y tirar.
Trabajo como maquinista en un tren de largo recorrido, me quedan solo unos meses para jubilarme y, en rasgos generales, podría decir que mi existencia ha sido feliz.
Estoy casado con una mujer de armas tomar. Una asturiana fuerte, de personalidad recia, carácter seguro y un fondo tan lleno de bondad que en más de una ocasión nos ha metido en salvables confusiones de recogida humanitaria en nuestro hogar.
Por circunstancias de la vida... y de alguna cosa más... nunca pudimos tener hijos, por lo que el cariño que les hubiera tocado a ellos decidimos repartirlo entre nosotros mismos y entre el resto de la sociedad.
Me gusta mi trabajo, siempre he pensado que estaba predestinado a él y nunca me planteé cambiar de oficio. Mis años vividos dirigiendo con esmero y dedicación la locomotora de carbón primero, la de vapor después y ahora la silenciosa eléctrica me han hecho sentir como un viajero en el tiempo... como un discreto visitante de espacios cambiantes... como un observador de la vida desde mi cabina de conductor prudente.
Me gusta leer y muy de vez en cuando me atrevo a hacer mis acercamientos a la letra escrita asumiendo funciones de escritor que vuelca en viejas libretas perdidas por casa pensamientos e historias de origen desconocido... no llego a poner punto y final a casi ninguno de los escritos que superan la página... yo soy más de historias conceptuales, evidenciar la belleza de las esencias en frascos pequeños, reflexionar en poco espacio intentando decir mucho en tan solo unas líneas... aunque mi querida esposa dice que todo ésto lo uso como estrategia de marketing externo y justificación interna y que lo que realmente me pasa es que soy un "escritor desvocado y desvocacionado"... ella es así, sincera y sin rodeos... por eso me enamoré de ella y no de otra aquel día de Abril junto a las vías.
Lo que ella no sabe, pues nunca fui capaz de sincerarme sobre este aspecto, es que la mayor parte de mis inspiraciones proceden de mi amado trabajo. Estoy convencido de que si le hubiera desvelado el secreto de mis musas hubiera puesto el grito en el cielo, pues, siempre según sus palabra, soy tan adicto al traqueteo de la locomotora que ya no puedo diferenciar entre el vaivén de las vías y el de la vida. Según ella, para mí ya todo es uno... y he terminado viendo la vida como un espectador acristalado en el habitáculo de conducción, sin interactuar con lo que me rodea de una manera activa y dinámica... me acusa de haberme convertido en un mirón de poca monta que va pasando por estaciones sin esperanza ninguna... sin mantener contacto con los pasajeros ni con los viandantes que esperan ilusionados la llegada del tranvía sobre los diáfanos andenes de las estaciones.
Se que todo ésto lo dice porque quiere acelerar mi proceso de jubilación. Ella no tiene maldad en sus palabras ni intención hiriente alguna... me quiere demasiado como para verme ir en mi locomotora de desesperanza, me conoce lo suficiente como para saber que soy hombre de parcas palabras pero infinitos sentimientos... lo que impide que vea la vida como un simple mirón apocado desde su escudo de tintado cristal.
Ahora que vuelco aquí parte de mis memorias, diré que, efectivamente, busco y encuentro mi inspiración en mi día a día, en mi continuo cambio en el espacio y en el tiempo vivido con mi gorra azul y roja y mi uniforme siempre limpio y almidonado. Este trabajo me ha permitido vivir de cerca cómo es el comportamiento humano cuando se encuentra en movimiento continuo, cuando vive entre estaciones, cuando interacciona en camarotes estancos tan parecidos a las fases de la vida... en definitiva... cuando se hace tangible y evidente.
Desde mi privilegiada posición he podido observar cómo hombres y mujeres interactúan en los trayectos y he podido concluir, a estas alturas de la vida, que los viajes en tren tienen muchas más similitudes con la vida que lo que a primera vista pudiéramos pensar. Sin embargo, los resultados que ahora intento ordenar para, esta vez sí, atreverme a fundamentar mis memorias escritas pudiendo dejar mi vida laboral con un sonoro carpetazo en forma de libro... no son tan alentadores como quisiera.
Intentaré conceptualizar mis teorías e hipótesis, fundamentadas todas ellas en experiencias subjetivas, por lo que ruego al lector que no lo tome como teoremas absolutos y radicales, pues desde luego la intención de este volcado nada tiene que ver con el descubrimiento de ningún nuevo paradigma locomotórico.
El caso es que tras varios borradores esquemáticos puedo consolidar que los trenes, al igual que nuestra sociedad, tienen como base una estructura externa que resguarda oquedad, tan solo completada con asientos más o menos cómodos (dependiendo del trayecto) y que son asignados por la rapidez en la llegada, por una negociación previa, por posible compra anticipada o, simplemente... por desgana en la búsqueda de otra ubicación mejor.
Estas estructuras se mueven de manera constante en el tiempo y en espacio, en principio siempre hacia delante... aunque la realidad es que no existe un avance como tal, pues el movimiento es inconsistente, sin saber a ciencia cierta cuál es el punto que en el espacio se encuentra delante y cuál atrás... todo depende del camino que tenga marcado el transeúnte y cuál sea su perspectiva de viaje.
Los armazones de hierro, como también sucede con las férreas sociedades, se mueven entre estaciones, llamémoslas etapas, fases o épocas, y en cada una de ellas el pasajero decide bajarse o no... dependiendo de si ese es su destino, su capricho o su obligación. Y lo más probable, además, es que el pasajero en cuestión suba nuevamente al tren en algún momento de su vida con otro destino en mente... quizás uno ya vivido o quizás uno por descubrir.
Sin embargo, a este humilde maquinista reconvertido en escritor de memorias surrealistas autobiográficas, lo que más le ha llamado la atención en sus años de experimentado guía, es la manera en la que los pasajeros, dentro de los convoyes, interactúan y crean vínculos temporales... y es precísamente en este punto en el que mayores similitudes encuentro entre la etérea existencia y el mundo ferroviario.
Resulta curioso ver cómo el pasajero abandona su estación de origen y sube emocionado al tranvia... donde, una vez en marcha, pierde esa emoción desvaneciéndose como por arte de magia la exaltación previa, pues al haber logrado alcanzar su objetivo de subida al convoy y entrando ya en un lugar fuera de su zona de confort, un lugar generalmente desconocido, la persona adquiere un actitud en muchas ocasiones alejada de su real personalidad.
Así, cada viajero asume una estrategia de defensa, la cual no siempre resulta ser la más adecuada, por supuesto. Algunos adquieren una conducta defensiva, altiva, otros son extremadamente amables al inicio del viaje pero después surge la verdadera desidia, otros se muestran absolutamente indiferentes por lo que sucede alrededor, sin compromiso... ahora que lo piensa, creo que este punto me daría perfectamente para un capítulo exclusivo, es demasiado amplio y dispone de tantas especificaciones que me resulta inviable generalizarlo en pocas líneas.
De cualquier manera, lo que he podido observar en un porcentaje tristemente demasiado elevado es que no existe intención ninguna de crear un vínculo de compromiso con el resto de los allí presentes. No era extraño que se me asemejaran a almas en pena, desarraigadas, manipuladoras e interesadas... buscando como único objetivo el interés del entretenimiento entre la llegada a una u otra estación... pues una vez el pasajero escuchaba por los altavoces de cada compartimento el aviso de la llegada a su estación, brincaba súbitamente de su cómodo asiento y se despedía con un flemático hasta luego.... y ésto en el mejor de los casos, pues lo más común solía ser vivenciar largos recorridos en los que los acompañantes no se dirigían la palabra o, a lo sumo, alguna sonrisa de educación protocolaria... acabando el viaje muchas veces con una huida apremiante y sin verbalizar sonido alguno.
Ciertamente el compromiso da demasiado temor, incluso pánico en algunos viajeros, los deja estáticos, distantes y vacíos... ¿quizás el motivo real sea el miedo a mostrar y, por lo tanto, a regalar una parte sincera de ellos mismos... miedo a cómo los demás lo usarán... miedo a ser usados y tirados... tal y como ellos hacen o harían con los demás..? Meditaré sobre ello más adelante, me ha parecido escuchar a mi esposa apremiando mi abandono temporal de este entretenimiento literario que me tiene consumido.
Dejaré temporalmente mi estilográfica, irónicamente regalada por quien ahora me reclama y que según sus palabras poca confianza en la finalización de esta aventura novelística tiene, no sin antes concluir este pensamiento escrito de un modo circular, pues tras años de viajes y experiencias hoy, como ayer y como probablemente mañana, vivimos días de consumo desmedido, de grandes basureros llenos de desechos que para muchos, con absoluta seguridad, serían productos de alta gama recién comprados, vivimos en los tiempos del querer es obtener a cualquier precio, del tanto tienes tanto vales... no hay duda, nos desenvolvemos en la era del usar y tirar...
... tiempos en los que tal y como leí en la pared de una estación tatuado... "las personas fueron creadas para ser amadas y las cosas fueron creadas para ser usadas, la razón por la que el mundo está en caos, es porque las cosas están siendo amadas y las personas están siendo usadas"...
Trabajo como maquinista en un tren de largo recorrido, me quedan solo unos meses para jubilarme y, en rasgos generales, podría decir que mi existencia ha sido feliz.
Estoy casado con una mujer de armas tomar. Una asturiana fuerte, de personalidad recia, carácter seguro y un fondo tan lleno de bondad que en más de una ocasión nos ha metido en salvables confusiones de recogida humanitaria en nuestro hogar.
Por circunstancias de la vida... y de alguna cosa más... nunca pudimos tener hijos, por lo que el cariño que les hubiera tocado a ellos decidimos repartirlo entre nosotros mismos y entre el resto de la sociedad.
Me gusta mi trabajo, siempre he pensado que estaba predestinado a él y nunca me planteé cambiar de oficio. Mis años vividos dirigiendo con esmero y dedicación la locomotora de carbón primero, la de vapor después y ahora la silenciosa eléctrica me han hecho sentir como un viajero en el tiempo... como un discreto visitante de espacios cambiantes... como un observador de la vida desde mi cabina de conductor prudente.
http://www.claqueta.es/1929-silente/el-maquinista-de-la-general-the-general.html |
Me gusta leer y muy de vez en cuando me atrevo a hacer mis acercamientos a la letra escrita asumiendo funciones de escritor que vuelca en viejas libretas perdidas por casa pensamientos e historias de origen desconocido... no llego a poner punto y final a casi ninguno de los escritos que superan la página... yo soy más de historias conceptuales, evidenciar la belleza de las esencias en frascos pequeños, reflexionar en poco espacio intentando decir mucho en tan solo unas líneas... aunque mi querida esposa dice que todo ésto lo uso como estrategia de marketing externo y justificación interna y que lo que realmente me pasa es que soy un "escritor desvocado y desvocacionado"... ella es así, sincera y sin rodeos... por eso me enamoré de ella y no de otra aquel día de Abril junto a las vías.
Lo que ella no sabe, pues nunca fui capaz de sincerarme sobre este aspecto, es que la mayor parte de mis inspiraciones proceden de mi amado trabajo. Estoy convencido de que si le hubiera desvelado el secreto de mis musas hubiera puesto el grito en el cielo, pues, siempre según sus palabra, soy tan adicto al traqueteo de la locomotora que ya no puedo diferenciar entre el vaivén de las vías y el de la vida. Según ella, para mí ya todo es uno... y he terminado viendo la vida como un espectador acristalado en el habitáculo de conducción, sin interactuar con lo que me rodea de una manera activa y dinámica... me acusa de haberme convertido en un mirón de poca monta que va pasando por estaciones sin esperanza ninguna... sin mantener contacto con los pasajeros ni con los viandantes que esperan ilusionados la llegada del tranvía sobre los diáfanos andenes de las estaciones.
Se que todo ésto lo dice porque quiere acelerar mi proceso de jubilación. Ella no tiene maldad en sus palabras ni intención hiriente alguna... me quiere demasiado como para verme ir en mi locomotora de desesperanza, me conoce lo suficiente como para saber que soy hombre de parcas palabras pero infinitos sentimientos... lo que impide que vea la vida como un simple mirón apocado desde su escudo de tintado cristal.
http://www.lne.es/aviles/1900/tren-dejo-pasar-aviles/603085.html |
Ahora que vuelco aquí parte de mis memorias, diré que, efectivamente, busco y encuentro mi inspiración en mi día a día, en mi continuo cambio en el espacio y en el tiempo vivido con mi gorra azul y roja y mi uniforme siempre limpio y almidonado. Este trabajo me ha permitido vivir de cerca cómo es el comportamiento humano cuando se encuentra en movimiento continuo, cuando vive entre estaciones, cuando interacciona en camarotes estancos tan parecidos a las fases de la vida... en definitiva... cuando se hace tangible y evidente.
Desde mi privilegiada posición he podido observar cómo hombres y mujeres interactúan en los trayectos y he podido concluir, a estas alturas de la vida, que los viajes en tren tienen muchas más similitudes con la vida que lo que a primera vista pudiéramos pensar. Sin embargo, los resultados que ahora intento ordenar para, esta vez sí, atreverme a fundamentar mis memorias escritas pudiendo dejar mi vida laboral con un sonoro carpetazo en forma de libro... no son tan alentadores como quisiera.
Intentaré conceptualizar mis teorías e hipótesis, fundamentadas todas ellas en experiencias subjetivas, por lo que ruego al lector que no lo tome como teoremas absolutos y radicales, pues desde luego la intención de este volcado nada tiene que ver con el descubrimiento de ningún nuevo paradigma locomotórico.
El caso es que tras varios borradores esquemáticos puedo consolidar que los trenes, al igual que nuestra sociedad, tienen como base una estructura externa que resguarda oquedad, tan solo completada con asientos más o menos cómodos (dependiendo del trayecto) y que son asignados por la rapidez en la llegada, por una negociación previa, por posible compra anticipada o, simplemente... por desgana en la búsqueda de otra ubicación mejor.
Estas estructuras se mueven de manera constante en el tiempo y en espacio, en principio siempre hacia delante... aunque la realidad es que no existe un avance como tal, pues el movimiento es inconsistente, sin saber a ciencia cierta cuál es el punto que en el espacio se encuentra delante y cuál atrás... todo depende del camino que tenga marcado el transeúnte y cuál sea su perspectiva de viaje.
Los armazones de hierro, como también sucede con las férreas sociedades, se mueven entre estaciones, llamémoslas etapas, fases o épocas, y en cada una de ellas el pasajero decide bajarse o no... dependiendo de si ese es su destino, su capricho o su obligación. Y lo más probable, además, es que el pasajero en cuestión suba nuevamente al tren en algún momento de su vida con otro destino en mente... quizás uno ya vivido o quizás uno por descubrir.
http://www.coloribus.com/adsarchive/prints/strellson-menswear-rail-road-crossing-1239455/ |
Sin embargo, a este humilde maquinista reconvertido en escritor de memorias surrealistas autobiográficas, lo que más le ha llamado la atención en sus años de experimentado guía, es la manera en la que los pasajeros, dentro de los convoyes, interactúan y crean vínculos temporales... y es precísamente en este punto en el que mayores similitudes encuentro entre la etérea existencia y el mundo ferroviario.
Resulta curioso ver cómo el pasajero abandona su estación de origen y sube emocionado al tranvia... donde, una vez en marcha, pierde esa emoción desvaneciéndose como por arte de magia la exaltación previa, pues al haber logrado alcanzar su objetivo de subida al convoy y entrando ya en un lugar fuera de su zona de confort, un lugar generalmente desconocido, la persona adquiere un actitud en muchas ocasiones alejada de su real personalidad.
Así, cada viajero asume una estrategia de defensa, la cual no siempre resulta ser la más adecuada, por supuesto. Algunos adquieren una conducta defensiva, altiva, otros son extremadamente amables al inicio del viaje pero después surge la verdadera desidia, otros se muestran absolutamente indiferentes por lo que sucede alrededor, sin compromiso... ahora que lo piensa, creo que este punto me daría perfectamente para un capítulo exclusivo, es demasiado amplio y dispone de tantas especificaciones que me resulta inviable generalizarlo en pocas líneas.
De cualquier manera, lo que he podido observar en un porcentaje tristemente demasiado elevado es que no existe intención ninguna de crear un vínculo de compromiso con el resto de los allí presentes. No era extraño que se me asemejaran a almas en pena, desarraigadas, manipuladoras e interesadas... buscando como único objetivo el interés del entretenimiento entre la llegada a una u otra estación... pues una vez el pasajero escuchaba por los altavoces de cada compartimento el aviso de la llegada a su estación, brincaba súbitamente de su cómodo asiento y se despedía con un flemático hasta luego.... y ésto en el mejor de los casos, pues lo más común solía ser vivenciar largos recorridos en los que los acompañantes no se dirigían la palabra o, a lo sumo, alguna sonrisa de educación protocolaria... acabando el viaje muchas veces con una huida apremiante y sin verbalizar sonido alguno.
Ciertamente el compromiso da demasiado temor, incluso pánico en algunos viajeros, los deja estáticos, distantes y vacíos... ¿quizás el motivo real sea el miedo a mostrar y, por lo tanto, a regalar una parte sincera de ellos mismos... miedo a cómo los demás lo usarán... miedo a ser usados y tirados... tal y como ellos hacen o harían con los demás..? Meditaré sobre ello más adelante, me ha parecido escuchar a mi esposa apremiando mi abandono temporal de este entretenimiento literario que me tiene consumido.
Dejaré temporalmente mi estilográfica, irónicamente regalada por quien ahora me reclama y que según sus palabras poca confianza en la finalización de esta aventura novelística tiene, no sin antes concluir este pensamiento escrito de un modo circular, pues tras años de viajes y experiencias hoy, como ayer y como probablemente mañana, vivimos días de consumo desmedido, de grandes basureros llenos de desechos que para muchos, con absoluta seguridad, serían productos de alta gama recién comprados, vivimos en los tiempos del querer es obtener a cualquier precio, del tanto tienes tanto vales... no hay duda, nos desenvolvemos en la era del usar y tirar...
... tiempos en los que tal y como leí en la pared de una estación tatuado... "las personas fueron creadas para ser amadas y las cosas fueron creadas para ser usadas, la razón por la que el mundo está en caos, es porque las cosas están siendo amadas y las personas están siendo usadas"...
_______________
No hay comentarios:
Publicar un comentario