viernes, 8 de agosto de 2014

DÍA 711: El hábito no hace al monje, pero hace que uno se crea monje

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Me siento delante de la siempre retante pantalla parpadeante del ordenador y me pregunto en silencio... "Y hoy.... ¿qué puedo contar yo hoy?"... no obtengo respuesta, tan solo hay eco retumbando en mi inspiración malacostumbrada tras semanas de vacaciones e interrupción.

De pronto, como el fogonazo de un flash inesperado, lo veo todo claro.

"Semana esta de recuperar hábitos"... me vuelvo a susurrar en silencio.... "semana de adaptación, reaprendizaje, recuerdo y agitación interna".... me justifico a mi misma con motivante intención.

El caso es que hace siete días pensaba que este retorno iba a ser muchísimo más duro, estaba plenamente convencida de que tres cuartas partes de los trabajos que realizo día a día en Tierra de Acogida se habían borrado por completo de mi cabeza. Existía incluso una altísima probabilidad hasta de que se me hubiera olvidado cómo se camina en este lado del mundo. Por supuesto, a estas alturas del regreso, confirmo que aquellos inquietantes pensamientos eran simples falacias intimidatorias. 

No solo recuerdo absolutamente todo si no que tengo la extraña sensación de que nunca me fui de aquí, como si me hubiera reincorporado con más descanso y fuerza por arte de magia. Como si las vacaciones hubieran sido un sueño lejano y confuso. Como si todo existiera tan solo en mi cabeza. Ficciones desconectadas para sobrellevar la lejanía y el hábito anquilosado.

Y nuevamente, como un grito de sorpresa espontáneo, de esos que hacen que des un saltito sobresaltado, aparece en mi cabeza una reflexión repentina... "el hábito no hace al monje... pero hace que uno se crea monje"... y ciertamente amigos y amigas, algo así es lo que parece ser que me ha sucedido a mi. La distancia y el regreso a Tierra de Origen no hicieron que se borrara todo de mi cabeza, pero lograron confundirme por unos instantes haciéndome creer que la amnesia selectiva (esa que en este caso se aplica al trabajo) había hecho acto de presencia de manera perversa.

Por supuesto también puedo darle otra interpretación que me resulta, a día de hoy, más tranquilizadora... todavía me queda mucho por aprender, no soy monje ni mucho menos, pero la cabeza es lo suficientemente inteligente como para, en ciertos momentos, hacerte creer que lo eres y así superar los imprevistos de una manera asombrosa.

Nunca confiéis al 100% de vuestras capacidades, mantener un nivel de alerta constante es muy positivo, saber que no se sabe todo es el primer paso para avanzar. Sin embargo, de vez en cuando es bueno que os pongáis el traje de monje (alquilado temporalmente) y saquéis todo vuestro talento escondido estando seguros de que no hay sobre la faz de la tierra monje más monje que vosotros.

Siempre y cuando creeros monjes no haga daño a nadie ni a vosotros mismos, pues adelante, habituaros y creeros monjes por un ratito, os hará sentir seguros y más tranquilos... eso sí, no os acomodéis en el traje, pues si lo hacéis os aseguro que terminaréis rasgándoos las vestiduras, y enfrentarse a la vida desnudo (de capacidades y nuevos aprendizajes) hará que la batalla termine pudiendo con vosotros.

¡Feliz viernes amigos!... voy a disfrazarme, que por aquí comienza el día y promete ser lo suficientemente retador como para creerme monje por unas horas.
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2 comentarios:

M.G dijo...

Interesante análisis y bonita reflexión. Buena ocurrencia. Me ha gustado.
Feliz fin de semana ya en equilibrio.
Que disfrutes el momento.
Un abrazo.

Docecuarentaycinco dijo...

Gracias M.G. Me alegra mucho que te haya gustado :).
Un beso muy grande y ¡feliz fin de semana igualmente!