martes, 3 de diciembre de 2013

DÍA 496: "Tal vez os hice creer que era fácil... cuando no lo era"

http://annaperkinsonline.com/breaking-the-barriers/

Las excusas son un mundo tan maravilloso, amplio y sorprendente como inútil e incompetente.

Todos hemos puesto excusas alguna vez y claramente las peores, las que encierran el daño más mortal para la motivación y la felicidad, son las que nos ponemos a nosotros mismos.

Quizás se me tache de lunática si digo que las justificaciones son barreras intraspasables que creamos a nuestro alrededor para, simplemente, evitar enfrentarnos a nuestros propios miedos, a nuestras frustraciones, a nuestro esfuerzo, a otras personas y a la búsqueda de nuestra propia satisfacción.

El camino a la felicidad es doloroso y ese dolor es único e intransferible... y lo más curioso, por lo general es silencioso y sutil para los demás.

Es habitual encontrarte en conversaciones donde la gente habla del éxito de terceros (o supuesto éxito, pues el real solo lo sabe el protagonista en cuestión) donde se comenta, juzga, reflexiona y concluye en relación a sus logros, a su aparente felicidad y a la falta de derecho, por tanto, de queja alguna de boca de quien ha alcanzado todo lo soñado por el resto.

Sin embargo os diré con absoluta franqueza, y fuera de dar cualquier tipo de consejo, que nunca olvidéis esta frase... "tal vez os hice creer que era fácil, cuando no lo era". Gracias a que he tenido la oportunidad de conocer mucha gente hasta el día de hoy he podido constatar cómo aquellos a los que denominaríamos exitosos, son personas continuamente en crecimiento, buscando incansablemente retos, deseando superarse con cada proyecto... poniendo pocas excusas. Su particular búsqueda de la felicidad, del más allá propio, no tiene fin... y tienen además ese poder incalculable y mágico en el que, aunque aparentemente el observador sepa que lo que está haciendo no es nada fácil, él avanza por la vida con naturalidad, espontaneidad y delicada sencillez.

Nada más lejos de la realidad, lo que sucede es que evita las excusas, las justificaciones, los melodramatismos y las protestas continuadas y eso, siempre, hace que el resto crea que todo es fácil y que son personas extraordinarias, fuera de lo común. En realidad, no lo son, solo son personas como tú o como yo que un día se llenaron de ganas, de motivación, de sueños, de fuerza y de paciencia para enfrentarse a sí mismos y a los demás. Son personas que cada vez que caen... se levantan... ¡y con más fuerza que la vez anterior!... son personas que en la intimidad lloran y se derrumban como cualquiera, que sufren mucho y que caen en las desgarradoras manos de la frustración una y otra vez, pero cuando llega el amanecer sucede que aman tanto la vida, desean tanto ser siempre mejores y superarse a sí mismos que todo lo demás queda oculto en la oscuridad, invisible para los ojos de los demás.

No os dejéis engañar, el arte de aparentar sencillez suele encerrar, la mayor parte de las veces, los más duros momentos de la vida, solo que simula facilidad por el simple hecho de ponerse a hacerlo sin prácticamente quejas ni coartadas.

Lo mejor de todo es que la satisfacción que se siente cuando uno se reta a sí mismo y ese reto es superado es tan exorbitante que todo lo demás queda inmediatamente anulado. De este modo el exitoso luchador sigue avanzando lleno de orgullo y alegría... ante la incrédula mirada de aquellos que se quedaron estancados en la primera o segunda dificultad... en la primera o segunda excusa vacua y temerosa...
 
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