DÍA 268: Medusa

Se despertó en mitad de la noche con un picor de cabeza inaguantable.

Como primera medida de alivio comenzó a rascarse instintivamente con ambas manos, lo hizo aún medio dormido, por lo que dudó durante varios segundos que todo formara parte de un sueño con tintes excesivos de realidad en una fase cercana a la vigilia.

No obtuvo ningún resultado positivo la fricción desmedida envuelta en somnolencia.

Logró conciliar, a duras penas, nuevamente el sueño.

Tan solo unos minutos después sintió la apremiante necesidad de avivar absolutamente su sueño y dar, de manera tajante, punto y final a aquel picor desesperante e insufrible.

Se levantó de la cama malhumorado y con la actitud necesaria como para evitar cruzarse por su camino y que diera también por zanjada la existencia de quien osa entorpecerle el paso.

Se dirigió a la ducha... pasando antes por el pequeño espejo circular que permanecía eternamente suspendido sobre el lavamanos.

Algo en el reflejo proyectado a su vertiginoso paso le llamó la atención y le obligó a girar su indignado estado antes de alcanzar la bañera.

Viró con cierta cautela y se asomó pausadamente a la proyección que el espejo enmarcado en lámina oxidada de color dorado desprendía.

Inmediatamente desapareció la irritación y el hormigueo en su cabeza... ahora el escozor se encontraba en un lugar mucho más complejo de sosegar.

De su cabeza emergían miles de pequeñas frustraciones que se agitaban vigorosas sin intención de desaparecer de aquel cómodo emplazamiento.

Logró descubrir, entre aquella maraña de despropósitos vitales, algunos desengaños y desilusiones que, mucho tiempo atrás, habían roto su corazón.

Él siempre pensó que había logrado superar los fracasos, pero al parecer vivía engañado y decepcionado, pensando que nada merecía la pena y siendo, cada día, esclavo súbdito de su propia tristeza... se dejaba llevar por ese cúmulo de frustraciones que aquella noche explotó rebosante y que, oculto en las sombras más recónditas de su cabeza, había estado carcomiendo y apolillando sus esperanzas y sueños más fulgurantes y entusiastas.

Necesitó muchas duchas de planificación, paciencia, positividad, flexibilidad vital, tolerancia, empatía, realismo, autoestima, relatividad, humildad, ensayo y error para lograr desprenderse de aquella infección inesperada.

Aún se encuentra en proceso de esterilización, sabiendo que nunca finalizará el tratamiento, sin embargo a las pocas semanas logró finalmente que sus noches se envolvieran de nuevo en profundos sueños que le reconstituyeran el alma para continuar, en las mañanas, su tenaz batalla de rehabilitación personal.

 

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