DÍA 231: Los Carotas*

* Propuesta hecha por Ama en el "DÍA 200: Jornada de objetivos abiertos". La fotografía compartida es un RECUERDO, en mayúsculas. Es una de esas imágenes que lo dicen todo por sí mismas y se hace complicado, sino imposible, añadirles palabras escritas. Haré lo que esté en mi mano, pero en este caso, sin duda alguna, el protagonismo absoluto se lo lleva la imagen (y así debe ser).

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- ... y entonces, abuelo, ¿cómo dijiste que se llamaba tu cuadrilla? 

- Los Carotas, éramos los más animados de la ciudad. No había quien nos hiciera sombra, la animación de las fiestas no comenzaba hasta que no pisábamos la calle con nuestro alboroto verbenero. 

- Pero erais demasiado jóvenes, ¿no? ¡sois todos unos niños!- le preguntó su nieta mientras sujetaba con ternura aquella fascinante imagen en blanco y negro y sin poder dejar de mirarla con absoluto orgullo y admiración. 

- Antes las cosas eran diferentes, la ciudad nos mostraba un semblante mucho más acogedor que el que ahora nos regala cada mañana. La vida era también complicada, quizás no en el sentido en el que lo es ahora, pero igualmente era complicada. Lo que quizás nos diferenciaba era que dependíamos mucho menos de las cosas materiales y más de las ilusiones y de la vida en sí misma. Probablemente el tener menos comodidades nos ayudaba a disfrutar de una existencia mucho más humanizada y real que la actual- le respondió el abuelo parapetado tras sus gafas de pasta negra, escondiéndose tras una mirada furtiva llena de recuerdos y vivencias maravillosas. 

- Tu eras muy guapo, todo un Don Juan- y sonrió mientras lo miraba de soslayo esperando una reacción de complicidad por su parte. 

- Bueno, eso no debería contestarlo yo pero no te negaré que ser el músico de la cuadrilla engrandecía mi natural atractivo- le respondió entrando en un juego de picaresca envuelto en una tarde de Domingo adormecida. 

- ¿Sabes abuelo?... se que siempre quisiste que aprendiera a tocar el acordeón. Recuerdo con mucho cariño aquella miniatura roja, blanca y negra que me regalaste siendo yo muy pequeña. Siempre tuve la sensación de que estaba en deuda contigo por no tener la suficiente paciencia ni habilidad como para ejercitarme en ese arte tan complejo... ¡los dedos siempre se me enredaban y la cabeza me daba vueltas hasta tal punto que creía desvanecerme entre los resoplidos de un fuelle que no comprendía mi torpeza!. Quizás siempre temí no estar a la altura y preferí que fueras tú quien ocuparas el cuadro de honor como músico supremo en la línea familiar... mis talentos, abuelo, van por otros derroteros...-se sinceró la nieta bajando la mirada con cierta tristeza. 

- No te preocupes, se que mientras la tuviste... la disfrutaste. Yo solo quería que fuera un juego para ti, nada más allá de la excelencia. Eras una niña y así quería verte jugar con el acordeón, como niña. Para presiones y exigencias ya tenemos a la propia vida, no arrastres más frustraciones indebidas, yo solo quise ser abuelo, nunca riguroso catedrático en un arte que hasta a mi mismo se me escapa entre los dedos- y le pasó el brazo por la espalda, dejando caer su mano sobre el hombro derecho de su nieta, ejerciendo un pequeño movimiento... como si tocara un piano imaginario, contagiándole ese cariño y comprensión que solo un abuelo puede entregar altruistamente. 

- Siempre me ha gustado escuchar tus ensayos diarios escondida tras la puerta. Cada tarde, a las ocho, esperaba impaciente que comenzara la melodía... me gustaba percibir los acordes especialmente en las tardes de verano, cuando embriagabas a todo el barrio, aletargado por el calor del día, con tus notas y ritmos hechizantes... ¡siempre te imaginaba como el Flautista de Hamelín!- le confesó mientras rozaba con cuidado la pancarta caricaturesca de Los Carotas que mostraba la fotografía... como esperando que aquella imagen cobrara súbitamente vida y el grupo de muchachos iniciaran una fiesta perdida en el tiempo, entre los ecos de unos años llenos de risas enlatadas en una realidad que se revelaba lentamente en un cuarto oscuro  y poco iluminado.

- Eres mi fan número uno nieta querida- mintió el abuelo mientras le guiñaba un ojo con cierto aire travieso y fanfarrón. 

- Creo que me estás descubriendo tu verdadero lado Carota...- rió la nieta alegremente...- Te quiero mucho abuelo, lo sabes ¿verdad?

- Lo se, yo a ti también- y levantó el abuelo la mirada para no desperdiciar ni una gota de cariño... para grabar por siempre en su memoria aquel instante que, sin saberlo, le acompañaría después durante mucho tiempo en tardes de ensayo junto a un acordeón rebosante de bailes y peticiones cada año más excéntricas y ocurrentes.