* Propuesta hecha por M.G. en el "DÍA 100: Jornada de ventanas abiertas". La propuesta original se llamaba "El odio al silencio en nuestra sociedad actual".
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Era diez de Enero de dos mil once cuando recibí aquella sobresaltada llamada. Era la señal esperada y temida en iguales proporciones.
Me encontraba en la novena planta de un acristalado edificio en una zona de oficinas en la capital del país. Trabajaba concentrada y con desconsuelo frente a un ordenador en cuya pantalla se reflejaban tablas y diagramas de interpretación imposible. La oficina se encontraba sombría, lánguida y apática pues el Invierno daba sus primeras señales y hacía frío dentro y fuera de los tabiques de cemento... el mismo frío que se percibía en los corazones de cada habitante de la ciudad.
Señales inequívocas de que el tedioso y crudo Invierno no tardaría en llegar con toda su artillería.
El teléfono sonó varias veces. Yo tan solo miraba con desconcierto la pantalla. Aquel nombre latía iluminado al compás de cada timbre. Mis compañeros me miraban incómodos, instigándome en silencio para que acallara aquel molesto ruido que obstruía su reverberante sonido de techas y resoplidos. No tuve más opción que coger delicadamente el teléfono y encerrarme en la sala de reuniones que se encontraba vacía a mis espaldas esperándome confidente.
Al otro lado de la línea, una voz conocida me transmitió el mensaje que permutó mi vida hasta límites insospechados.
Lo que sucedió aquel día marcó mis destinos... mi destino de residencia... de trabajo... de vida... y de experiencia.
Mi rumbo estaba escrito sin sonidos, mi camino se encontraba perdido entre manos que hablan y ojos que escuchan, entre palabras y gestos más allá de crujidos y sonsonetes que copaban mi día a día entre aquellas paredes de un noveno piso... más allá de los estruendos y estallidos de la ciudad que se consumía con nocturnidad e ingratitud entre autopistas y sueños descompuestos.
A las pocas semanas de aquella determinante llamada cogí mis maletas y viajé lejos. Ahora sé que tuve que hacerlo para entender con más respeto y atención lo que significa la escucha y el silencio...
... pues desde aquel día comencé a convivir y dedicar mi vida a la comunidad sorda de un país remoto a mi origen, de un lugar de cultura dispar, de un territorio inhóspito para mi añoranza... aunque eso ahora lo dejo confinado temporalmente para evidenciar y ennoblecer la máxima ganancia que estoy obteniendo de esta aventura... un beneficio que nada tiene que ver con lo material y que todo lo centra en engrandecer y ampliar las realidades que nos rodean en esta vida de sobredosis de comunicación y déficit de escucha y atención (conceptos relacionados, sin duda alguna, de manera inversamente proporcional).
Siempre había creído ser buena escuchante.
Escuchante... bonito término que inevitablemente retumba en mi cabeza y en mi retina... rememorando escenas de mi ciudad natal, mañanas de Sábados y Domingos en los que mi madre prepara la comida y mi padre le ayuda con las tareas del hogar... acompañándose ambos por un recomendable programa radiofónico cuyo título ya vaticina la motivación con la que uno pondrá punto y final a la emisión... No es un Día Cualquiera.
Ser buen escuchante para mi, hasta hace poco, conllevaba varios condicionantes y requisitos... sin embargo esa percepción ha variado mucho desde que comparto mi vida y me relaciono diariamente con aquellos cuya audición viene por otros canales diferentes a los preestablecidos... y eso, forzosamente, me ha hecho flexibilizar mi punto de vista.
Me encontraba en la novena planta de un acristalado edificio en una zona de oficinas en la capital del país. Trabajaba concentrada y con desconsuelo frente a un ordenador en cuya pantalla se reflejaban tablas y diagramas de interpretación imposible. La oficina se encontraba sombría, lánguida y apática pues el Invierno daba sus primeras señales y hacía frío dentro y fuera de los tabiques de cemento... el mismo frío que se percibía en los corazones de cada habitante de la ciudad.
Señales inequívocas de que el tedioso y crudo Invierno no tardaría en llegar con toda su artillería.
El teléfono sonó varias veces. Yo tan solo miraba con desconcierto la pantalla. Aquel nombre latía iluminado al compás de cada timbre. Mis compañeros me miraban incómodos, instigándome en silencio para que acallara aquel molesto ruido que obstruía su reverberante sonido de techas y resoplidos. No tuve más opción que coger delicadamente el teléfono y encerrarme en la sala de reuniones que se encontraba vacía a mis espaldas esperándome confidente.
Al otro lado de la línea, una voz conocida me transmitió el mensaje que permutó mi vida hasta límites insospechados.
Lo que sucedió aquel día marcó mis destinos... mi destino de residencia... de trabajo... de vida... y de experiencia.
Mi rumbo estaba escrito sin sonidos, mi camino se encontraba perdido entre manos que hablan y ojos que escuchan, entre palabras y gestos más allá de crujidos y sonsonetes que copaban mi día a día entre aquellas paredes de un noveno piso... más allá de los estruendos y estallidos de la ciudad que se consumía con nocturnidad e ingratitud entre autopistas y sueños descompuestos.
http://audacity.com.es/articulos/genera-ruido-blanco-rosa-y-marron-con-audacity |
A las pocas semanas de aquella determinante llamada cogí mis maletas y viajé lejos. Ahora sé que tuve que hacerlo para entender con más respeto y atención lo que significa la escucha y el silencio...
... pues desde aquel día comencé a convivir y dedicar mi vida a la comunidad sorda de un país remoto a mi origen, de un lugar de cultura dispar, de un territorio inhóspito para mi añoranza... aunque eso ahora lo dejo confinado temporalmente para evidenciar y ennoblecer la máxima ganancia que estoy obteniendo de esta aventura... un beneficio que nada tiene que ver con lo material y que todo lo centra en engrandecer y ampliar las realidades que nos rodean en esta vida de sobredosis de comunicación y déficit de escucha y atención (conceptos relacionados, sin duda alguna, de manera inversamente proporcional).
Siempre había creído ser buena escuchante.
Escuchante... bonito término que inevitablemente retumba en mi cabeza y en mi retina... rememorando escenas de mi ciudad natal, mañanas de Sábados y Domingos en los que mi madre prepara la comida y mi padre le ayuda con las tareas del hogar... acompañándose ambos por un recomendable programa radiofónico cuyo título ya vaticina la motivación con la que uno pondrá punto y final a la emisión... No es un Día Cualquiera.
Ser buen escuchante para mi, hasta hace poco, conllevaba varios condicionantes y requisitos... sin embargo esa percepción ha variado mucho desde que comparto mi vida y me relaciono diariamente con aquellos cuya audición viene por otros canales diferentes a los preestablecidos... y eso, forzosamente, me ha hecho flexibilizar mi punto de vista.
He aprendido, con franqueza, que...
- Vivimos en un mundo en el que hablamos mucho y decimos poco.
- Desechamos el silencio como opción a la comunicación (cuando en realidad es base fundamental de la misma)
- Oímos entre líneas y discutimos antes del punto y final.
- Malinterpretamos.
- Nuestras cuerdas vocales se adelantan a nuestros pensamientos.
- Usamos demasiadas palabras oscuras, negativas, pesimistas y desmotivadoras.
- La empatía muchas veces brilla por su ausencia y nos escudamos en palabras para defender nuestros derechos y nuestras posturas vitales.
- Tememos, hasta niveles insospechados, a aquel que no habla nuestro idioma... pero tememos aún más a aquel que no nos oye (cuando en realidad él nos teme más a nosotros y, además, se lleva nuestro rechazo preliminar).
- Todos necesitamos ser escuchados... pero pocos están dispuestos a brindar su tiempo sin beneficio alguno para hacerlo (y menos si no tiene ningún vínculo personal o emocional con nosotros).
- No somos verdaderamente conscientes del poder de la palabra y del poder, aún mayor, de la escucha activa (escucha con atención a alguien que quiera compartir contigo una inquietud, tan solo escucha con interés... es probable que él por sí mismo, al sentirse comprendido, llegue a la solución de la situación sin que tu hayas tenido que invertir demasiadas palabras).
¿Alguna vez te has parado a pensar qué sucedería si no escucharas y necesitaras ser entendido?... inténtalo... vete al médico, a buscar trabajo, a clase, a un viaje, enamórate, disfruta de una comida entre amigos o con la familia, desahógate... en definitiva, vive... sin usar una sola palabra hablada...
... verás como valorarás mucho más el poder del silencio y también el de la palabra y su escucha.
Por eso propongo...
- Valora y cuida tus palabras y tus gestos.
- Entrénate en escuchar más y oír menos.
- Piensa que quizás quien no habla es porque no tiene nada interesante que decir o porque te está dando su tiempo anteponiendo el escucharte a su hablar... el silencio no siempre es negativo
- No etiquetes de antemano a quien no quiere darte su opinión... se benevolente y espera a conocer el verdadero motivo de su silencio, tarde o temprano lo sabrás... se paciente... y cuando lo sepas, decide qué camino deseas seguir con esa persona.
- Practica la escucha activa, verás como te sientes bien y comprobarás que hay mucha gente con la que compartes problemas similares... ahí surgirá la empatía y la flexibilidad para ver la vida y sus singularidades.
- Practica también el silencio activo, ¡existe, créeme y aporta muchos beneficios!
- No tengas miedo al silencio, porque del silencio es de donde surge todo, donde radica la verdad... pues sin silencio nunca podremos ordenar nuestros pensamientos.
- Y sobre todo... con los tiempos que corren, procura que cuando hables, tus palabras sean mejores que el silencio...
... yo, mientras tanto, aquí estaré, aprendiendo cada día de aquellos que desean mover sus manos para comunicarse... entrenando constante y sosegada mi silencio activo para cuando necesites que te escuche.
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PARTE I
PARTE II
4 comentarios:
¡ HURRA! ¡HURRA! ¡HURRA!
MUCHISIMAS GRACIAS. Has captado perfectamente mi sentir al proponerte este tema.
Perfecto y muy aleccionador el vídeo.
Tres segundos de silencio en las ondas radiofónicas son, en sí, un gran caos, un terrible problema tanto para quien emite como para el receptor. En tan solo tres segundos te pasan por la mente un millón de cosas de todo tipo.
¿Qué le ocurre a la persona cuando le dicen: ¿ y tú no tienes nada que decir?. Sí, si tengo...y en ese mismo instante le cortan y divagan por mil y un lugar, nada que tenga que ver con la opinión del interceptado pero que jamás podrá expresar.
El silencio. BENDITA BENDICION PARA QUE QUIEN LO CONOCE.
El silencio: MALDITA MALDICION PARA QUIEN NO LO CONOCE.
Perfecta terapia la que nos propones. Es maravilloso pasarse un/unos días en el más absoluto silencio. Es una gran CATEDRA.PERFECTA TERAPIA.
Os invito a que lo probeis. Asegurado el éxito.
MUCHIUSIMAS GRACIAS 12:45pm
UN GRAN ABRAZO. ERES UNICA Y DESBORDANTE.
¡¡HOLA M.G.!!
Que alegría verte por aquí, esta vez más que nunca, pues hoy la protagobista eres tú.
Me alegra muchisimo que te haya gustado, de verdad, porque entiendo que cuando me proponéis un tema (propuesto desde vuestro puntod e vista) siempre se corre el "riesgo" que lo que me inspire el reto me lleve por derroteros que nada tienen que ver con lo que inicialmente teníais en mente al aportarme el desafío. Es complicado y una responsabilidad, por eso me alegra MUCHISIMO que te haya gustado y que, en cierta medida, me haya acercado a tu planteamiento o que al menos el mio te ha gustado :).
Gracias por participar y gracias también por tu reflexión.
Realmente has propuesto un tema interesante y muy apropiado.
Un besazo ENORME y te sespero mñana de nuevo por estos lugares, ¿eh?
LA MAYORÍA no valoramos lo suficiente la suerte que tenemos de poder disfrutar de todos nuestros sentidos.
biquiños,
Así es Aldabra, es un verdadero regalo.
Un beso muy grande.
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