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http://id.tudiscovery.com/wp-content/uploads/2013/08/Cuando-cae-la-noche-2-14-de-sep.jpg |
Son las cuatro y cuarto de la madrugada. Lunes. Diciembre caluroso en el
Caribe. Aunque los locales digan que “llegó
el friíto Navideño”, lo cierto es que hace calor.
Esta noche llovió un poco y todavía se escuchan los ecos de algunas gotas
que se precipitan de los tejados hasta el suelo. Ingrávidas. Inconscientes.
Las coquís martilléan el aire con dos notas repetitivas. Los grillos las
acompañan. Naturaleza orquestada.
Como siempre, el expreso a lo lejos y los perros insomnes ladrando a
sombras extrañas que violentan el espacio de la casa que custodian con desvelo.
Nero maúlla. Barrunta.
En la casa de al lado se oye música instrumental. Violines y alguna tos.
Son las cuatro y veinte de una noche igual que las demás. Y sin embargo
distinta.
M.A. duerme. Ajeno a mi despertar vespertino. Feliz y sereno.
Un avión cruza el cielo, se prepara para el aterrizaje. Y de pronto una
emoción extraña y reconocida invade mi cuerpo recién despertado. Son las
4:30am. En una semana, en tan solo una semana, yo estaré haciendo lo mismo en
la otra orilla del charco.
Hoy preparo mi propio despegue. Hoy inicia una semana desbordante de
emoción y nervios. La última semana.
Hoy comienza, sin opción a viraje, la cuenta atrás.
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