lunes, 22 de abril de 2013

DÍA 272: El hombre que vivía en la oscuridad

Temía tanto a la oscuridad que acabó durmiendo durante las horas de Sol y viviendo en nocturnidad, manteniendo de esta forma la vigilia como aliada en los momentos de pánico e incertidumbre más estremecedoras.

Sorprendentemente el hábito en su cambio de horarios vespertinos le llevó a transformar las tinieblas en sus fieles compañeras,  llegando un día en que la noche perdió todo tinte de espanto y terror convirtiéndose en su zona de confort más placentera.

En las noches de Luna llena se sentía el hombre más afortunado del mundo y aprovechaba para llevar a cabo, con ambas manos, todas aquellas tareas que el resto de las jornadas no había podido realizar por la imperiosa necesidad de sujetar de manera continua la vela que le iluminaba su caminar.

Todo parecía, tras el cambio y acomodo de las horas de sueño y desvelo, asumir una grata apariencia de bienestar y alborozo. Pero las huidas acobardadas suelen traer, por lo general, efectos secundarios llenos de turbulentas consecuencias.

Fue una noche oscura y cerrada, una noche de tormenta incontrolada, cuando súbitamente la ventana junto al sillón en el que descansaba plácidamente se abrió de manera repentina, asustándolo de manera inesperada y provocando en su cuerpo un temeroso estremecimiento.

Una atrevida corriente de aire se coló furtiva dentro de la casa sorteando las cortinas que se agitaban desenfrenadas mientras los marcos de las ventanas se bamboleaban en sus bisagras.

Fue directo e implacable, de un solo soplido apagó la vela que él, tembloroso, intentaba proteger con sus manos acobardadas.

La habitación quedo de nuevo a oscuras. Acompañado tan solo del ruido chirriante de las oxidadas bisagras y del viento que, descontrolado, ululaba sin sensata dirección por toda la estancia.

Allí quedó estático, paralizado, en penumbra, desolado... tomando conciencia de que todo aquel tiempo se había acomodado a una vida adaptada a sus temores, forzando el entorno y amoldándolo a una realidad poco lógica pero que minimizaba sus más profundos miedos, buscando soluciones artificiales y pensando que éstas le llevarían a la comodidad más absoluta... huyendo de sus terrores y evitando enfrentarse a sí mismo y sus propias pesadillas.

Había obviado los riesgos de su asustadiza negación.

Esperó paciente a que amaneciera, dispuesto a retomar el ritmo de vida, de sueño y vigilia, que jamás debía haber transmutado, aunando fortalezas para luchar, firmemente, contra esas pesadillas arraigadas en su imaginación que, irónicamente, fueron al final las que le salvaron de su propia cobardía.
 
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QUEDAN 6 DÍAS

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2 comentarios:

Mr. M dijo...

Todas esas parcelas de seguridad que nos inventamos no dejan de ser ficticias. Al final, lo mejor es salir al mundo y enfrentarse a los problemas, sólo así se superan.

Me ha gustado mucho.

Un saludo.

Docecuarentaycinco dijo...

¡¡Saludos Mr.M!! Totalmente de acuerdo contigo, son espacios de humo que no nos llevan a nada mas que al desengaño más profundo. Enfrentarnos a problemas y a nosotros mismos es la base para alacnzar muchos de nuestros sueños.

Me alegra mcuhisimo que te haya gustado.

¡¡FELIZ LUNES!!