jueves, 12 de julio de 2018

DÍA 829: La ley del más fuerte

A veces, el león que habita en mis entrañas, ruge irascible y airado. Entonces es cuando todo mi interior retumba y, sobresaltado, sabe que se acerca la implosión emocional.

Yo lo vigilo desde la copa del árbol racional que es mi cabeza y, acomodada en una frágil rama sináptica, salvaguardo la lógica que me queda en mi intelecto.

El salvaje animal vive en la estepa de mi estómago, aunque cuando tiene hambre y la supervivencia prima, deambula hacia el pecho, el corazón o las manos. Ahí es cuando más lo temo, porque lo pierdo de vista, pero siento en todo momento que me vigila oculto tras las venas. Paciente espera el mejor momento para dar el salto y, en su arrebato impulsivo, acabar con todo el equilibrio que desde mi Baobab neuronal procuro custodiar de mi yo razonable.

A veces, durante la noche o en días calurosamente abrumadores, lo escucho respirar profundo y pausado. Eso me recuerda que, aun dormido, siempre está presente y debo mantener la alerta en vigilia si no quiero desembocar en un mar de furia desbocada de la que luego pueda arrepentirme.

Tristemente en este mundo existen demasiadas injusticias que avivan el espíritu depredador de mi bestia atrevida. Por eso vivo insomne en lo alto de mi cabeza, yo vigilo y apaciguo, doy aviso y equilibrio. Él defiende y protege, enérgico, vehemente. 

Así es como nos hemos aliado.

 Ante un mundo incoherente... nuestra alianza evidencia la ley del más fuerte.

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2 comentarios:

Riberaine dijo...

Desde luego el te da fuerza pero ha de ser controlado desde la racionalidad .
Los impulsos nunca son buenos consejeros .

Docecuarentaycinco dijo...

Por supuesto, por eso esta alianza es la apuesta ganadora, la ley del más fuerte es la alianza cabez-corazón.
Un abrazo enorme.