sábado, 5 de diciembre de 2015

DÍA 801: Entre susurros

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Los deseos a la vida hay que susurrárselos bajito. Sin prisa. Balanceándolos en un hilo de voz que cuelgue de la comisura del alma.  Con ternura y vehemencia.

A la vida los deseos hay que pedírselos entre murmullos. Con suavidad y ternura, como quien acaricia sutilmente una brillante lámpara mágica de la que fuera a salir el genio de los tres deseos del alma. 

Los anhelos se mascullan entre dientes y emociones. Entre sueños y pasiones. Entre oídos. Corazones.

Yo gritaba mis deseos, alto, sin control ni gobierno. Como si fueran derechos. Caminaba desorientada. Subversiva y contestataria… “¡porque yo me lo merezco!”. 

Disparate. Falta.

Ahora sé que a la vida hay que susurrarle, con vehemencia, todo lo que nuestro espíritu encierra. Mostrarle, pausados, pequeños retazos de fantasía. Silenciosos. Sin aspavientos, pompas o alborotos. 

La vida solo escucha y atiende, a quien desde la calma le susurra deseos profundos. Deseos que encierra discretos el alma. Deseos potentes, tan potentes como un grito mudo que se mueve entre fantasías, delirios y ansias.

La vida escucha, créeme, tan solo hay que callarse… y escucharla.

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2 comentarios:

  1. Bonita reflexión. Tema de fin de semana. Voy a practicarlo, a ver si funcona.
    Un abrazo

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