En los últimos meses, además de mis propios cambios vitales, también he
vivido cambios en mi entorno… lo que a su vez, como si de un laberinto sin
salida se tratase, ha repercutido seguramente también en mi interior.
Me intentaré explicar lo mejor que pueda aunque creo que he perdido parte
del entrenamiento alcanzado tras muchos meses de publicaciones relativamente continuas en esta nuestra
ventana.
En estos meses de 2015 que hemos dejado atrás por la gracia del paso del
tiempo y el devenir de las estaciones (esas que aquí en Tierra de Acogida ni se
perciben) varias personas importantes dentro de mi vida social por este lado
del mundo, han comenzado nuevos rumbos en su aventura particular de vida. Decidieron
continuar su camino fuera de esta islita del Caribe. La cual, para ser sincera,
no está pasando su mejor momento socioeconómico, la verdad.
El caso es que, por muchos y muy diferentes motivos, grandes personas,
ejemplos de vida para esta diminuta ciudadana del mundo, han hecho las maletas
y se han ido de aquí... poniendo océanos de distancia.
Cuando reflexiono sobre ello termino dándome cuenta de que el dolor que
siento no está provocado principalmente por la despedida, que también, sino
principalmente por la añoranza que vuelvo a sentir por el cambio, el viajar,
los retos, el abandono y, muy probablemente, el regreso a Tierra de Origen. Lo cierto es que me alegro infinitamente por ellos... y me entristezco un poquito más
por mí.
Hace poco llegó a mi retina una imagen de una escultura de Bruno Catalano
que muy probablemente ejemplifica lo que intento exponer… el desasosiego,
desarraigo y desprendimiento doloroso de los que dejamos nuestra tierra para
emprender nuevos rumbos (aunque haya sido voluntario y deseado)…
Siempre termino mi reflexión con el mismo pensamiento. Como si echara leña
a mi personal hoguera de motivación, finalizo mi rumiación casi diaria sobre
este asunto con el sentimiento, más tal vez que razonamiento, de que es
probable que esté acercándose a pasos agigantados… el momento del deseado
regreso.
Quién sabe, mi vida es tan impredecible como mis reflexiones. Pero soñar
con que el regreso a la tierra que llevo en el alma llena de melancolía
está cercano, me alienta en
las noches calurosas de frio invierno en el Caribe… así que sigo echando leña
hasta que el fuego me queme, ardan mi entrañas y tenga que echar a correr
lejos, al océano, para lograr apagar todas las brasas y evitar que el dolor me
queme viva.
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