DÍA 3: Inteligencia emocional

Siempre le ha gustado, como persona hipersensible al dolor humano, crear salvoconductos emocionales. Su belleza reside en esto, precisamente. 

No me preguntéis cómo logra crearlos, nunca ha sabido  (o querido) transmitirme su secreto.

El caso es que se presentó en casa sin avisar, me gusta cuando lo hace, aporta emoción a mi monótona vida. Venía vestida como un heroico minero, no le faltaba detalle... mas bien creo que le sobraba, porque en la carreta que traía arrastrando no había metal, sino una pequeña mesa, completada por dos sillas, y sobre ella un ordenador portatil y una pequeña lamparita de gas...

"Nos llevará tiempo, necesitaremos luz artificial. Vístete que no hay segundos que perder"

A la media hora allí estabámos las dos... yo, personalmente, aún incrédula por el cuadro poco costumbrista que dibujábamos dentro de lo que, en otra época del año, solía ser aquella cueva artificial ubicada dentro del parque principal de la ciudad. 

Si los visitantes que acudían al Belén del Parque de la Florida en Navidad visitaran ahora mismo este paraje, se encontrarían con nosotras recreando una situación un tanto dantesca... pero como prometí no preguntarme "cómos" ni "por qués"... simplemente le consulté por dónde empezábamos... dejándome llevar...

Con una claridad asombrosa ella me dijo:

"Vamos a crear un espacio virtual, a través del cual proporcionar salvoconductos emocionales, para el que quiera hacer uso de ellos se sirva en cantidades incontroladas"

Así era ella, ilusionada e ilusionista, motivada y motivadora, loca y enloquecedora... no me preguntéis cómo lo hace, ella jamás, a pesar de mi insistencia, ha sabido... o querido... contarme su secreto...

Efectivamente acertó, necesitábamos mucho tiempo. El quinquel aún sigue encendido. Lo sé porque os escribo desde nuestra peculiar guarida... aprovechando que se ha quedado dormida unos minutos...